Por qué el divorcio no siempre es la mejor opción para las familias Análisis de los efectos duraderos del divorcio en los hijos y la importancia de la perseverancia en el matrimonio
YouLearnt Blog
20 de enero de 2025
Al hablar de divorcio, especialmente en titulares de famosos o conversaciones informales entre amigos, es común escuchar la afirmación: "Los hijos están mejor con padres divorciados felices que con padres en un matrimonio infeliz". Si bien esta afirmación es bienintencionada, es crucial examinar la evidencia. A continuación, se presentan tres razones convincentes por las que el divorcio no siempre es la solución ideal para las familias con hijos.
1. Los hijos no se recuperan simplemente del divorcio
El divorcio suele presentarse como una interrupción temporal, similar a un resfriado leve. Sin embargo, las investigaciones muestran un panorama diferente: el divorcio tiene impactos a largo plazo en el bienestar físico, mental y emocional de los hijos. Para muchos niños, el divorcio inicia una vida de inestabilidad y pérdida.
Los eventos posteriores a un divorcio, como la mudanza de uno de los padres, la llegada de nuevas parejas, el nuevo matrimonio o incluso la reubicación, agravan la situación. Algunos niños enfrentan interrupciones repetidas si uno de sus padres experimenta varios divorcios.
Además, los hijos de padres divorciados a menudo pierden tiempo valioso y la conexión con uno o ambos padres. Si bien la custodia compartida puede parecer una solución, muchos niños aún experimentan una reducción drástica en la calidad y cantidad de la interacción parental. Por ejemplo, un estudio reveló que casi el 50% de los niños con padres divorciados no tuvieron contacto con sus padres durante un año. La reducción en la participación parental tiene consecuencias duraderas en el desarrollo y la seguridad emocional de los niños.
Cabe destacar que no todos los niños se ven afectados negativamente por el divorcio. Si bien muchos enfrentan desafíos, otros demuestran resiliencia y prosperan en sus entornos posteriores al divorcio, especialmente cuando los padres priorizan su bienestar emocional. Con el apoyo adecuado, los niños pueden adaptarse y alcanzar el éxito académico, en sus relaciones y en su crecimiento personal, incluso si su crianza estuvo marcada por el divorcio.
2. Dos hogares no son mejores que uno
Incluso en situaciones donde los niños mantienen contacto con ambos padres, crecer entre dos hogares presenta sus propios desafíos. Un estudio a largo plazo con niños de hogares separados reveló que, en promedio, estos niños alcanzaron niveles educativos más bajos, enfrentaron mayor desempleo y fueron más propensos a divorciarse en comparación con sus compañeros de familias intactas. También fueron más susceptibles a eventos vitales negativos y conductas de riesgo.
La investigadora Elizabeth Marquardt destacó cómo los niños que viven en dos hogares a menudo desarrollan identidades duales, donde cada hogar presenta reglas, secretos y expectativas contradictorias. Esta división psicológica puede dificultar que los niños formen un sentido estable de sí mismos. Además, los adultos criados en hogares divorciados corren un mayor riesgo de padecer problemas de salud, como cáncer, enfermedades autoinmunes y accidentes cerebrovasculares. Incluso cuando no padecen dolencias físicas, deben superar los obstáculos emocionales de una crianza fragmentada.
Si bien la estabilidad es vital para los hijos, es importante reconocer que la exposición prolongada a un matrimonio con muchos conflictos a veces puede ser más perjudicial que el divorcio. Las peleas constantes, la hostilidad o la negligencia emocional entre los padres pueden crear un ambiente insalubre que afecta el bienestar emocional y mental de los niños. En estos casos, el divorcio puede ofrecer un camino más saludable para todos los involucrados.
3. Matrimonios infelices pueden convertirse en matrimonios felices
Históricamente, el matrimonio se consideraba un compromiso para toda la vida, solo disoluble en circunstancias extremas como abuso, adulterio o abandono. Sin embargo, la introducción de las leyes de divorcio sin culpa cambió este paradigma, permitiendo que los cónyuges se separen por cualquier motivo, o por ninguno. Hoy en día, muchos divorcios ocurren porque las parejas se sienten insatisfechas o creen que se han desenamorado.
La buena noticia es que la infelicidad en el matrimonio no tiene por qué ser permanente. Los estudios indican que la perseverancia a menudo conduce a la resolución. Por ejemplo, un estudio reveló que el 93% de las parejas que inicialmente describieron sus matrimonios como infelices reportaron tener relaciones felices una década después, siempre y cuando permanecieran juntos. De igual manera, un informe de 2002 reveló que dos tercios de los adultos infelices en sus matrimonios que perseveraron eran significativamente más felices cinco años después. Por el contrario, las parejas que se divorciaron no fueron más felices en promedio que las que permanecieron juntas.
Harry Benson, director de investigación de la Fundación del Matrimonio, enfatiza que permanecer en un matrimonio infeliz podría resultar la mejor decisión tanto para los padres como para los hijos. Si bien hay excepciones, como casos de abuso o infidelidad impenitente, es importante considerar el impacto más amplio del divorcio en los hijos antes de tomar una decisión.
Es importante reconocer que no todas las situaciones tienen solución. En algunos casos, la toxicidad crónica, los problemas no resueltos, los conflictos o un entorno constantemente inseguro pueden tener efectos perjudiciales tanto en los hijos como en la pareja. Para estas familias, el divorcio puede ser la opción más saludable, ya que proporciona estabilidad y paz que de otro modo serían inalcanzables dentro del matrimonio.
Superar un matrimonio difícil no tiene por qué ser una experiencia solitaria. La consejería, la terapia y los programas de apoyo comunitario son herramientas invaluables que pueden ayudar a las parejas a abordar sus desafíos de forma constructiva. Estos recursos ofrecen estrategias para mejorar la comunicación, reconstruir la confianza y redescubrir la conexión, lo que permite a muchas parejas reconstruir un matrimonio feliz y pleno.
En resumen
El divorcio es una decisión que cambia la vida y que impacta profundamente a todos los involucrados, especialmente a los hijos. Si bien hay situaciones en las que el divorcio es necesario o inevitable, es importante considerar cuidadosamente sus efectos a largo plazo. Priorizar solo la felicidad adulta puede no justificar la perturbación que causa en la sensación de estabilidad y bienestar de un niño.
La próxima vez que escuche a alguien decir: "Los hijos están mejor con padres divorciados felices que con padres en un matrimonio infeliz", reflexione sobre estas ideas clave:
- Los hijos no se recuperan del divorcio simplemente; sus efectos pueden durar toda la vida.
- Vivir entre dos hogares a menudo genera importantes desafíos emocionales y psicológicos.
- Muchos matrimonios infelices tienen el potencial de mejorar con tiempo, esfuerzo y apoyo.
Al centrarse en la resiliencia y buscar soluciones constructivas durante los momentos difíciles, las parejas a menudo pueden encontrar un camino que beneficie a todos, especialmente a sus hijos.
Para quienes ya están lidiando con los desafíos de un matrimonio con dificultades o están considerando el divorcio, es esencial buscar apoyo. La terapia, la consejería y la comunicación abierta, tanto entre cónyuges como con los hijos, pueden brindar la claridad y la orientación necesarias para tomar decisiones informadas y compasivas. Con las herramientas y el apoyo adecuados, las familias pueden superar las dificultades de maneras que fomenten la estabilidad, la comprensión y el crecimiento.